JOSÉ MANUEL PÉREZ RIVERA, ARQUEÓLOGO Y ESCRITOR
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Ceuta, 29 de julio de 2025.

El viento, una vez más, ha cambiado de dirección y vuelve a soplar de levante. Esto explica que el día haya amanecido nublado. No obstante, cuando el sol ha cogido cierta altura y sus rayos más fuerza, se han abierto amplios claros en el cielo. Esta situación me ha animado a salir a pasear y a darme un baño en el mar. En principios tenía previsto acercarme a la cala del Desnarigado, pero al asomarme al Sarchal me decidido quedarme en esta playa que bien merece el nombre de Hermosa.

En este lugar se concentran un variado conjunto de elementos patrimoniales, entre los que destaca su geodiversidad, lo que explica que haya sido declarado “Lugar de Interés Geológico Nacional”. Aquí se abrió una falla geológica por la emergieron materiales del manto de la tierra situados a doscientos kilómetros de profundidad. A estos materiales, surgidos a altas temperaturas y presión, se les denomina peridotitas. Presentan un aspecto vidrioso, de intenso color negro y tonalidades verdosas que hace también que se la conozca como serpentinas. Este tipo de roca tiene algo de mágico, por lo que ha traído a los pobladores de Ceuta desde la prehistoria. Una cuenta de collar elaborado con peridotita apareció en la cueva prehistórica de Benzú relacionada con un enterramiento del periodo calcolítico.

La explotación de este afloramiento de rocas ígneas como cantera es antigua, aunque no podamos precisar su origen. En una de las torres del lienzo occidental de la muralla califal puede observarse un sillar de peridotita con una inscripción datada en época romana.

Betilo de la calle Galea

De aquí también extrajeron una roca de peridotita que tallaron para dar forma a un betilo que simboliza la conjunción de principio masculino y femenino. Yo tuve la suerte de hallarlo durante una excavación arqueológica hace una década. A través de un sueño se me reveló que se trata de una piedra protectora.

Al estar en contacto con los gneis del Hacho, las peridotitas han propiciado la formación de minerales de cobre y hierro para cuya extracción se excavaron minas localizadas en distintos puntos de esta amplia ensenada bañada por las aguas fusionadas del mar Mediterráneo y el océano Atlántico.

La playa está vacía, a excepción mía y de una pareja de musulmanes. Él tiene treinta y seis años y lleva desde los catorce practicando pesca submarina en este punto del litoral. Me comenta que los fondos están esquilmados, si lo comparamos con la riqueza de estos fondos años atrás. Lo habitual entre rocas es encontrarse con pulpos, salmonetes y gobios. Después de un rato de buceo trae en sus manos un choco mediano que ha capturado cerca de la orilla. Allí he estado yo buceando con el único propósito de disfrutar de los pequeños peces que nadan entre las rocas. Me advierte el buceador que hay medusas. Yo también he visto una y, al mirar con detenimiento el arenal, localizo un par de medusas. Conviene ir con cuidado, pues no son nada agradables sus picaduras.

Las nubes ocultan, cada cierto intervalo, al sol. Se agradece que sea así para aliviar el calor, sobre cuando la prudencia aconseja no refrescarse mucho en el mar por la comentada presencia de medusas.

Yo me entretengo escribiendo y viendo a la gente disfrutar del mar, ya sea nadando en kayak o recorriendo las costas ceutíes en el barco turístico.

Mi mente conecta con este lugar y escucho lo que quiere transmitirme. Me ofrece la imagen de lo que fue antes de que los seres humanos se fijaran en la belleza de sus rocas y en los minerales reconocibles en sus fisuras abiertas por la erosión del viento y el agua. Era una pared imponente que servía de refugio a las aves. Su verticalidad era imponente e inaccesible. El mar -al chocar con la negriverdosas peridotitas- las hacía brillar mostrando un verde reluciente. A pesar de su belleza, los seres humanos comenzaron a extraer estas rocas para sus construcciones. Al principio cogían las sueltas, que trabajaban en la misma orilla. Cuando éstas resultaron insuficientes empezaron a picar y, en fechas más recientes, a realizar voladuras dejando un paraje de grandes bloques caídos en la misma orilla.

La herida del paisaje es profunda y no cicatrizará. Solo podemos dignificarlo reconociendo el daño provocado y manifestando un firme compromiso para restaurar y cuidar este lugar paradisíaco. Se requiere un mirada respetuosa y cultivada que sepa reconocer la importancia de este lugar y su belleza para que vuelve a ser identificada como la playa Hermosa de Ceuta.

 

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