JOSÉ MANUEL PÉREZ RIVERA, ARQUEÓLOGO Y ESCRITOR
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Ceuta, 25 de febrero de 2025.

Después de descansar un rato me he vestido para salir a la calle, ya que tenía que hacer algunas gestiones. Cuando he ido a coger los zapatos me he fijado en unas atractivas nubes que me han hecho cambiar mis planes. Como era pronto, he preparado mi cámara fotográfica y he cogido el coche para hacer un recorrido por el monte Hacho y fotografiar el espectáculo nuboso.

El primer lugar que he visitado ha sido el mirador de Santo Matoso. Un par de gaviotas me ha tomado la delantera en la contemplación de las nubes. Hoy el cielo ofrecía un intenso azul que servía de lienzo para una auténtica obra de arte compuesta por una amplia variedad tipológica de nubes. En la parte alta se dibujaban ondulados cirros, en el media estratos y ocupando el sector inferior y central unos densos cúmulos que unían el horizonte con los niveles superiores del cielo. Su aspecto blanco y algodonoso resultaba de una extraordinaria belleza.

El punto de origen de estos cúmulos daba la impresión que estaba situado sobre la ermita de San Antonio, al que estaban llegando los feligreses para escuchar misa. Un singular remolino se había formado encima del templo.

El viento soplaba de poniente y movía las nubes recomponiendo, de manera constante, la escena y agitanto superficialmente las aguas del Estrecho.

La luz se sentía con intensidad resaltando el blanco de las nubes y el de las olas. Su efecto también se hacía notar en la potencia del azul del mar en el centro del canal marítimo y del verde en el agua que baña el borde costero.

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