Ceuta, 15 de febrero de 2025.
Esta noche he dormido mal. Andaba inquieto ante la posibilidad de disfrutar del amanecer con mi querido sobrino Rubén. Las previsiones respecto al alba de hoy son buenas, pero nunca se sabe a ciencia cierta lo que te vas a encontrar. Deseaba que mi sobrino tuviera la ocasión de contemplar uno de los espectaculares amaneceres que disfrutamos en Ceuta.
Son las 7:40h y los dos estamos inmersos en la escritura, con un ojo en el cuaderno y otro en el mar en calma y en las nubes que empiezan a reflejarse en la superficie marina. Son nubes jaspeadas y ligeras que absorben con facilidad las cambiantes tonalidades del amanecer. En este momento presentan una apagada tonalidad anaranjada.
Rubén y yo intercambiamos pareceres sobre la experiencia que estamos compartiendo en esta fresca y húmeda mañana de sábado.
Cuando faltan unos veinte minutos para la salida del sol las nubes se encienden con un vivo color rojizo que lentamente se va extendiendo por el horizonte. La luz del nuevo día barre las tinieblas y ya podemos vernos las caras. Los paisajes del Monte Hacho vuelven a ser reconocibles.
Asistimos emocionados a un amanecer de una indescriptible belleza El rubedo se despliega por el cielo incendiando el panorama. En los minutos previos a la salida del sol, el rojo se concentra en torno al punto por donde emergerá del mar para estallar en un dorado que lo cubre todo.
El sol se deja ver en su esfericidad para ocultarse tras unas nubes regalándonos nuevas tonalidades doradas y violaceas. Una curiosa gata se interpone entre nosotros y el sol reclamando nuestra atención. Su presencia nos permite tomar unas fotografías dignas de un premio.
Después de desayunar nos hemos acercado al santuario de San José. Sentados en el banco le he contado a Rubén la historia de este lugar y su vínculo con la aparición de la Virgen del Rosario. En este sitio sagrado y mágico han sucedido muchos episodios dignos de ser narrados. Como he comentado Rubén, este lugar transmite mucha paz y sobre él se podría escribir una novela interminable.
No podía dejar de mostrarle a Rubén los dos grandes alcornoques centenarios que encarnar al rey y la reina del arroyo de San José. Desconozco la razón por la que los han mutilado de manera salvaje.
Apoyados en sendos pinos nos hemos dejado capturar por el espíritu de este lugar que nos susurra su mensaje sirviéndose del viento: le gusta que vengamos a conocerlo y a ser sus altavoces.