Ceuta, 31 de mayo de 2025.
Llevo un par de semanas sin pasear por la naturaleza. La pista de la Lastra está seca y polvorienta. Siento en mi espalda el viento húmedo de levante que suaviza las altas temperaturas que se esperan para este fin de semana. La neblina que los ceutíes llamamos taró cubre a Ceuta y parte del horizonte peninsular ibérico.
El taró es una bendición para la naturaleza de Ceuta y del Estrecho de Gibraltar. Genera una lluvia horizontal que mantiene unos altos niveles de humedad en el ambiente, lo que favorece el “evergreen” de los paisajes en esta bioregión.
Cuando alzo la mirada del cuaderno y observo al arbolado, siento que la naturaleza me devuelve la mirada de manera cómplice.
En la curva que antecede al santuario de la Virgen del Rosario se mezclan la fragancia mentolada de los eucaliptos y la resinosa de los pinos. Los mirlos, muy abundantes en esta época, vuelan de árbol a árbol cantando alegres en plena temporada primaveral.
De los eucaliptos se desprenden algunas hojas que muestran una intensa tonalidad rojiza. Entre las flores, las protagonistas son las zanahorias. Ofrecen un disco redondeado y blanco formado por centenares de minúsculas florecillas.
En mi paseo me detengo a observar y fotografiar las hojas de los olivinos que recuerdan a pequeñas lanzas. También llaman mi atención las rosaceas flores del jarguazo, así como las florecillas amarillas de los jóvenes ergenes.
En su ascenso el sol va disolviendo la neblina, que se transforma en una invisible humedad que se adhiere al cuerpo incrementando la sensación de calor. Es temprano, las 9:10 h y la sensación de calor empieza a ser sofocante.
Entre los hinojos y las zanahorias asoman las llamadas “flores de la viuda”. Tienen forma de corazón y un llamativo color morado.
Un trío de amapolas se mantienen al margen del resto de las plantas, como las chicas que se saben guapas y prefieren aislarse para distinguirse de las demás. Desean que todas las miradas se dirijan a ellas. No obstante, el apagado color de sus pétalos demuestra que su belleza es efímera y pronto serán abrasadas por el sol, como el resto de las flores.
Parece una ley no escrita de la naturaleza que las plantas más ariscas, como los cardos, compensen su aparente mal carácter con la belleza y delicadez de las flores que muestran en primavera. Sucede lo mismo con las personas que se protegen ocultando su sensibilidad con una actitud distante para no sufrir daño.
Según me acerco a la tumba de Sidi Boudras observo con admiración el centenario alcornocal que rodea este lugar sagrado indicado por una paloma torcal.
Como ya denuncié hace tiempo en las redes sociales, la tumba de Sidi Boudras fue expoliada hace unas semanas. Realmente aquí no se conservan ningún resto humano. Tan solo permanece el negativo de la fosa que puedo guardar el cuerpo del santo Sidi Boudras. Nada sabemos que este personaje, pero su memoria perdura gracias a la transmisión oral.
Resulta absurdo e inoperante pretender borrar el recuerdo de las personas santas, de los wilayas o amigos de Dios. Este lugar está impregnado de santidad y es posible sentirla si has logrado suficiente sensibilidad.
Cierro los ojos durante unos segundos y ante mí aparece un paisaje sagrado y luminoso de una belleza sobrecogedora. Dejo de ser la persona diminuta encerrada en una cárcel cuyos muros son las responsabilidades profesionales y personales. Aquí vuelvo a ser yo y percibo esa placentera sensación de conectar con el centro de mi ser y sentir que vuelve a fluir el agua del manantial que guardo en un templo interior. El agua de la vida inunda el templo y un intenso placer recorre todo mi cuerpo.
Disfruto de este momento, consciente de su brevedad. Me deja una gran sensación de paz, como si el aliento divino aireara mi mente y oxigenara todas mis células.
Parece que, en este preciso momento, el viento rolara a poniente. Quién sabe si es el presagio de un cambio en mi destino. La tinta del bolígrafo se acaba ¿Qué puede significar esta sincronía? Dejo como ofrenda este bolígrafo en la tumba de Sidi Boudras para que me inspire en mi nueva etapa personal que ahora comienza.
Paso página, pero continúo. Me detengo unos metros más adelante. Un foco de luz se abre entre los árboles y me ilumina. La luz es tan fuerte que me ciega. Me quedo perplejo y reflexivo.
Sidi Boudras no es el único santo al que se rinde culto en este bosque. En la entrada del santuario de San José hay un pequeño espacio dedicado a Fray Leopoldo. El jugó un papel importante en mi destino y en el de mi querido amigo Jotono.
La fuerza de la naturaleza en el arroyo de San José es increíble. El camino que lleva al manantial permanece oculto tras la vegetación. Los acantos superan, en algunos casos, los dos metros de altura. Se notan los pasos de al-Khidr por este arroyo.
Desde el santuario escucho la sirena de los barcos y sospecho que el taró se ha vuelto a extender. Ahora cubre a Ceuta, pero no tardará en avanzar por el Estrecho de Gibraltar.
Escucho un extraño estruendo que parece proceder de Ceuta. En ese instante no me di cuenta, pero al llegar al centro comprobé que el reloj se había detenido cuando prestaba atención a ese desconocido sonido.